VENEZOLANOS EN BOLIVIA,

TESTIMONIOS DE LA DIÁSPORA

10 venezolanos cuentan cómo viven la decisión más dramática de sus vidas tras abandonar su hogar por la crisis en su país. Madres, padres e hijos que buscan ayuda para sus familias en las ciudades bolivianas destacan la hospitalidad con que los recibieron. Ven que en el país se puede progresar con trabajo y cuentan nunca se sintieron discriminados.

La crisis económica, política y social en Venezuela provocó la migración de más de cuatro millones de personas hasta junio, de acuerdo con datos de la Agencia de la Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur). Muchos a pie y con los hijos en los brazos están buscando un futuro en Colombia, Brasil, Perú, Chile, Argentina y Bolivia. Conoce aquí algunas de sus historias:

Diego Jaramillo - diego.jaramillo@grupoeldeber.com

Cesar Cerrada es un joven de 30 años que recorrió más de 5.000 kilómetros en avión, bus y barco para llegar hasta Santa Cruz de la Sierra desde el estado de Mérida, en Venezuela, donde quedaron sus padres, su esposa e hija de dos años.

Dejó atrás días de necesidades y angustias, en busca de mejores oportunidades. Luce una gorra con los colores amarillo, azul y rojo de la bandera de su país con orgullo, lo lleva como un recuerdo de su origen y como un distintivo para que lo reconozcan en los países por los que atraviesa. Así como él, según datos de la agencia de la ONU para los Refugiados (Acnur), hasta junio cuatro millones de personas salieron de Venezuela a Colombia, Brasil, Chile, Perú, Bolivia, entre otros, empujados por la inseguridad, la necesidad y la angustia de no saber qué ocurrirá mañana.

Se muestra optimista en todo momento, tiene una sonrisa en el rostro, sugiere “ver el lado positivo de las cosas”, pese a las dificultades. Trabajaba como locutor de radio y comentarista deportivo, pero al llegar a Bolivia tuvo que desenvolverse en la primera actividad que encontró para generar ingresos: guardia de seguridad. Con el salario mínimo que gana Bs 2.122 ($us 307), a diferencia del sueldo que cobraba en Venezuela $us 8, le alcanza para pagar el alquiler de su habitación, su alimentación, su transporte y enviar dinero a sus familiares en Mérida. Destaca de la capital cruceña que la ‘vida es barata’, que se puede tener una “vida normal” con pocos recursos. Se asombra de que se pueda comprar electrodomésticos a precios bajos, sobre todo los de segunda mano, en comparación a otras ciudades de la región.

-¿Por qué salió de Venezuela?
-Por la situación del país, no se puede vivir con un sueldo mínimo allá, es imposible mantener una familia, se pasa mucha hambre, mucha necesidad.
-¿Qué lo motivó a venir a Santa Cruz?
-Es una ciudad increíble, en pleno desarrollo, donde la gente invirtió sus capitales en cualquier emprendimiento, ya sean grandes o pequeños. Hay diversidad de trabajos.

En su larga travesía, primero viajó a la frontera con Brasil en una aerolínea, después en bus a Boa Vista (Roraima), luego a Manaos (Amazonas). De ahí continuó su recorrido en una embarcación durante cuatro días hasta Porto Velho (Rondonia) y nuevamente, en flota por vía terrestre hasta Guajará Mirim, en la frontera con Bolivia.

Su desconocimiento de la zona selvática hizo que por error abordara un bus en Guayaramerín que iba por la ruta más larga a Trinidad, es decir por la carretera que pasa por Riberalta y Rurrenabaque, en lugar de hacerlo por la vía que va por Puerto Siles y San Ramón. Estaba acostumbrado al clima fresco de su ciudad, similar al de Cochabamba, pero en el trayecto tuvo que lidiar con los mosquitos, las altas temperaturas, enfermedades tropicales, las lluvias y los caminos anegados que provocan vuelques de vehículos. Eso a él no se lo contaron, lo vio con sus propios ojos. Incluso, tuvo que ayudar a empujar un bus que se había volcado en el trayecto a la capital beniana.

En Venezuela la crisis económica, política y social se agudizó con la pulseta entre el presidente Nicolás Maduro y el líder del Parlamento Juan Guaidó, quien se autoproclamó presidente interino de ese país con el respaldo de más de 50 países, muchos de ellos parte del Grupo de Lima.

Esto, luego de desconocer las elecciones de mayo de 2018 en las que el sucesor del expresidente fallecido Hugo Chávez fue reelegido hasta el 2025. Pese a poseer las mayores reservas probadas de petróleo en el planeta, la economía de ese país va de mal en peor, en parte, agravada por el embargo petrolero y sanciones financieras de EEUU contra el Gobierno venezolano.

Bolivia sigue siendo un país de tránsito para miles de venezolanos que buscan llegar, principalmente, a Chile. De enero a mayo de 2019, 7.113 ingresaron al territorio nacional, según el reporte de la Dirección Nacional de Migración facilitado al EL DEBER. De ese monto, 6.023 prosiguieron su viaje y 1.090 se quedaron principalmente en las ciudades de Santa Cruz, La Paz y Cochabamba.

En 2017, llegaron 10.669 venezolanos y se quedaron 1.262; en 2018, 14.301, de los cuales 1.873 radican en territorio nacional. Pero esas cantidades crecen considerablemente, según las estimaciones de los venezolanos, porque muchos ingresan y se quedan en el país sin registrarse en Migración. Según datos de las Naciones Unidas, Colombia es el país que alberga a más venezolanos que migraron al extranjero con 1.298.300, seguido de Perú con 768.148, luego Chile con 288.233, Ecuador con 263.000, Brasil con 168.357, Argentina con 130.000 y Panamá con 94.400.

Documentos

Generalmente, los venezolanos llegan como turistas y luego realizan sus trámites para regularizar su situación dependiendo del tiempo que buscan permanecer en el país o si tienen familiares, explica la directora nacional de Migración, Yanet Senzano. El costo de los documentos varía dependiendo de si el viajero busca trabajar, estudiar o reagruparse con sus seres queridos. En la capital cruceña, por lo general están cerca de los semáforos, en los buses de transporte público y en lugares concurridos ofreciendo bolívares, caramelos o las arepas, típica masita venezolana. También, los menos visibles y en menor cantidad, están trabajando en puestos que requieren formación universitaria, con un salario digno y contrato laboral.

Uno de esos casos es el de Solsirex Misel, de 42 años, que sabe muy bien que con esfuerzo y perseverancia se puede progresar. Se formó como técnico superior en Administración Tributaria y también estaba cursando la carrera de Educación Integral en la Universidad Central de Venezuela, la que no pudo culminar por el estallido de la crisis. Desde que llegó a Santa Cruz trabajó limpiando casas y negocios, vendiendo dulces venezolanos y ahora tiene un puesto en el área contable de una empresa.

Conoce muy bien de trámites migratorios porque con su esfuerzo constante logró traer al país casi a todos sus familiares, 24 en total. Explica que con solo presentar la cédula de identidad o el pasaporte pueden ingresar a territorio boliviano y permanecer entre 30 y 90 días, aunque, dependiendo de “qué respondan cuando funcionarios de Migración les consultan el motivo de su visita”, les pueden dar solo algunos días. “Es cuestión de suerte”, comenta. Llegó hace cuatro años por vía aérea, pero luego tuvo que volver a su país por su familia y retornó vía terrestre vía Colombia y Perú, viajando durante varios días en bus. Ingresó al país por el paso fronterizo de Desaguadero, La Paz.

Si deciden quedarse en el país, explica que se debe tramitar un visado, ya sea por trabajo, estudio o reagrupación familiar. Esta venezolana dejó su natal Anzoátegui, estado Barcelona, cansada de la violencia y la inseguridad que reina en la mayoría de los barrios, calcula que un migrante puede llegar a gastar unos Bs 5.000 para ser un residente legal.

-Qué es lo determinante para decidir salir de Venezuela?
-No hay otra cosa que la desesperación, el hambre, el miedo, la inseguridad. Vivía en un barrio como el Plan Tres Mil, a muchos los mataron… Ya no se aguanta más, no se puede más. (Llora) Es esa desesperación. El verte impotente de saber que el país ya no da más…
-Recuerda que cuando salió de Venezuela pesaba solo 44 kilos, ahora 56. “No comía”, revela con dolor.

Así como Cerrada y Misel, Erick Elías Bastardon, de 25 años, también tuvo que tomar la difícil decisión de dejar a su familia en Venezuela por la complicada situación en que se vive. En lugar de Brasil, eligió hacerlo por la región Andina hace tres años. Salió de Caracas hacia a Colombia, pasó por Ecuador y luego llegó a Perú, todo el viaje por tierra. Alega que el motivo que lo hizo migrar a Bolivia es la discriminación que sufren en Lima y Bogotá por la masiva llegada de sus connacionales.

Ante esta ola migratoria, países como Chile y Perú empezaron a exigir visas de ingreso con el argumento de ordenar la llegada de venezolanos y prevenir la inseguridad, atribuida a la llegada de inmigrantes. Esto generó problemas para los venezolanos porque muchas veces abandonan su país con documentos vencidos o no cuentan con todos sus papeles a causa de las deficiencias en su expedición por las instituciones estatales de Venezuela.

Bastardon dibuja este complicado panorama de la diáspora venezolana una calurosa tarde a inicios de junio, en el segundo anillo y avenida San Aurelio de la capital cruceña. Aprovechando que la luz del semáforo marca rojo conversamos con él. Ha hecho un alto a la actividad que por el momento le permite ganarse unos cuantos quintos: intercambiar los devaluados billetes de Venezuela, 7.870 bolívares equivalen a un dólar americano, según el portal en internet DolarToday, popular sitio de referencia para los venezolanos.

Bastardon no está solo, lo acompaña su compatriota Miguel Lucena. No es que con él haya emprendido la odisea de viajar por tierra desde su patria hasta Bolivia, sino que lo conoció en una parte del camino. Ambos partieron sin todos sus documentos. Los trámites demoran meses y muy pocos cuentan con los recursos necesarios para el burocrático trámite.

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Mientras están parados en plena vía, algunos conductores los miran con desconfianza, otros dibujan en su rostro expresiones de curiosidad y de solidaridad. También están los que simplemente hacen de cuenta que no vieron nada.

-Me siento humillado. No estoy robando, solo le estoy cambiando el billete a la gente, pero me siento humillado.

A Bastardon no le pesa solo el tener que ‘intercambiar’ billetes en las calles, también la vida que llevaba en Venezuela para procurar el alimento después de haber vivido cómodamente. Por eso tuvo que recorrer a pie y en buses cuatro países. Como tratando de olvidar recuerdos, dice que esa travesía no se lo desea a nadie.

Es pintor de vehículos, pero no puede trabajar en el país porque no tiene todos sus documentos en orden. “He ido a talleres mecánicos y me piden visa de trabajo. No puedo ir a una empresa a conseguir trabajo, lo único que me queda es salir a hacer esto para no morir de hambre”, afirma con resignación mientras pasa de una mano a otra el fajo de bolívares que luego cambiará por bolivianos.

‘Hace magia’ para poder costear con estos ingresos el pedazo de habitación que comparte con cinco de sus ‘paisanos’ en una casa ubicada en la periferia de la ciudad. El viajero tiene a sus padres en Venezuela y a una hija de meses de nacida en Perú. “A mí me toca el doble de carga, debo mandar dinero a Venezuela y a Perú”, dice con tono de resignación.

A diferencia de Bastardon, su compañero de viaje busca llegar a Chile. Lo motiva la esperanza de legalizar en el país vecino su situación de migrante y conseguir mejores condiciones de vida. Es originario de Maracay, estado Aragua. “Uno se mentaliza con su familia, con los hijos. Hay que perder miedo a la calle y a las personas. Uno nunca esperó dejar su casa. Tengo mi hijo que nació hace semanas y no lo conozco”, lamenta.

Cuenta que es una lucha diaria la que enfrentan los venezolanos que salieron de su país. De todos los países por los que pasó indica que en Bolivia lo trataron mejor.

Bolivia, un país permisivo

La máxima autoridad migratoria boliviana, Yanet Senzano, consultada sobre si el Estado analiza exigir un visado a los venezolanos, responde que “Bolivia es un país muy permisivo y garantista de los derechos. Hemos lanzado campañas de regularización de todos los extranjeros”.

Las autoridades nacionales no consideran tomar medidas extraordinarias de momento, porque la llegada de venezolanos es inferior en comparación con lo que ocurre en Colombia, Perú o Chile.

Con trabajo en el extranjero

La imagen de una ciudad pujante, con fuerte crecimiento económico y ferias internacionales como la Fexpocruz es lo que atrae a los venezolanos a la capital cruceña, según el testimonio de varios venezolanos. Una de ellas es Vanessa Fuentes, de 37 años, formada en Comunicación Social en la Universidad Santa María, que lleva dos años en Santa Cruz de la Sierra. Dejó su natal Caracas en la Navidad de 2017 tomó la decisión de probar “suerte” sin saber exactamente qué iba a ocurrir en su vida.

Después de tres meses de espera, encontró un trabajo en un medio de comunicación, luego pasó a otra empresa como editora de prensa digital, trabajo que le permitió generar ingresos para vivir tranquilamente y traer a su hija al país. Destaca la hospitalidad de los cruceños y ya piensa en quedarse definitivamente.

-¿Cómo te sientes de tener un trabajo que tal vez muchos venezolanos anhelan?
-Yo sé que soy privilegiada. ¡De verdad! No sé a qué lo adjudicaría, Suerte, Dios, mi esfuerzo ¡Todo junto!
-¿Cómo te han tratado aquí?
-La gente es abierta y cariñosa, he sentido eso de mis compañeros de trabajo. De hecho, no me siento como una migrante... me siento como en casa.

Actualmente tiene hermanos en Chile, Ecuador, Perú y también en Venezuela.Aunque lamenta que el que está en Quito no tenga la misma suerte que ella, porque es ingeniero mecánico, pero lleva trabajando durante dos años en un restaurante.No es fácil ver que gente que está muy preparada profesionalmente, de repente tenga que hacer cosas diferentes. En mi caso digo que es una bendición de Dios, cuenta.

Angélica Contreras es una maestra de niños que llegó a Bolivia hace dos años y trabaja en CIOF en Santa Cruz

Viaje por trabajo, no por turismo

Venezuela fue un país próspero en los años 70 y 80 por el boom petrolero que experimentó. Carlos Andrés Pérez estaba en el gobierno y la gente no salía al extranjero como en la actualidad en busca de trabajo, sino todo lo contrario, ‘nadie se quería ir’. Además, había abundancia de alimentos, el dinero circulante era suficiente y era habitual para la gente pasar las vacaciones en Miami, EEUU.

Pero el panorama cambió en los últimos años, miles están migrando a otros países en busca de mejores días. El venezolano está saliendo en este momento para sobrevivir, no está saliendo para hacer turismo… Está saliendo en busca de trabajo para ayudar a su familia, afirma la empresaria Mary Molina, de 52 años de edad, que vive hace nueve años en Bolivia. Indica que uno de los motivos por los que dejó su país fue la reducción de dólares para su empresa de textiles de parte de la Comisión Nacional de Administración de Divisas (Cadivi), un sistema de control cambiario de divisas extranjeras, en represalia por votar contra Chávez, en un referendo.

Esta venezolana expresó que sufre todos los días por la situación que atraviesa su país y no halla la hora de que esta pesadilla acabe. Estima que la migración a Bolivia se incrementará en los próximos meses, porque varios países de la región están empezando a exigir visa. No ha disminuido la migración venezolana. Lamentablemente en estos días la gente está saliendo mucho más, porque la situación venezolana está colapsada. Está cada día más grave la crisis humanitaria. Salen por Colombia y Brasil, están llegando a Chile, a Argentina. Pienso que llegarán más a Bolivia, comenta.

Similar opinión tiene Vanessa Fuentes, los venezolanos de todos los estratos sociales están migrando al extranjero en busca de un futuro mejor. Generalmente, el venezolano que emigraba era el profesional que iba a hacer estudios superiores al extranjero, ahora se nota que de todos los estratos están saliendo del país..., opina.

Sin poder ejercer su profesión

María Gabriela Muñoz, de 32 años, nació en Caracas, pero vivió la mayor parte de su vida en Cumaná, estado Sucre, la tierra del libertador Antonio José. Lleva 10 meses en Santa Cruz de la Sierra y llegó gracias a que su padre vino antes con sus hermanos menores. Su viaje no fue como lo planeó con su pareja. Mi esposo y yo decidimos venir para Bolivia porque la situación ya estaba muy mal en Venezuela. Entonces, primero vino él porque el costo era alto y luego yo, explica.
El padre de sus dos hijas tardó como ocho días en llegar a Bolivia por tierra vía Brasil. Pero, lamentablemente, sufrió un accidente en la que perdió la vida en Santa Cruz y ella apresuró su viaje por vía aérea de emergencia.

-¿Cómo se siente ahora en Bolivia?
-Sigo teniendo el mismo proyecto con mis hijas, pero con un integrante menos. Sigo trabajando para traer a mis hijas (de Venezuela)

Se formó como abogada en su país en la Universidad Gran Mariscal de Ayacucho, pero no puede ejercer su profesión en territorio boliviano porque debe revalidar su título profesional, lo que implica tiempo y dinero. Pero no lo puede hacer ahora, porque requiere reunir recursos con prontitud para pagar el viaje de sus pequeñas y ayudar a sus familiares. Cuando llegó a la ciudad, el primer trabajo que encontró fue de niñera, luego laboró con abogados, ahora realiza tareas totalmente distintas a la abogacía.

-¿Qué te hizo tomar la decisión de salir de Venezuela?
-La inseguridad, la inestabilidad económica. Los ingresos no alcanzan para cubrir lo básico, menos para tener una buena calidad de vida. Ahora te roban hasta lo más mínimo, lo que tú no te explicas para qué se lo roban, el cable del teléfono, la manilla de la puerta. ¡Es un riesgo!

La falta de medicamentos y de papel moneda también hizo que Alfredo Maida, de 25 años, abandone su país y su hogar en el estado Zulia, donde se formó como licenciado en Administración en la Universidad Nacional Experimental Rafael María Baralt. Lleva dos años en Santa Cruz de la Sierra, es delgado, alto y de tez blanca. Parece un militar recién graduado.

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Antes ya estuvo en Cochabamba y Santa Cruz de vacaciones, porque su padre es boliviano. Hoy está en el país en busca de mejores días. Me pareció súper atractivo venirme a Santa Cruz porque ya conocía el movimiento que había aquí, por el crecimiento económico, cuenta.

Cree que la poca presencia venezolana es un factor a favor de sus connacionales que están aquí porque no generan molestias en los pobladores locales. Se siente impotente, como si estuviera de manos atadas, al no poder ejercer su profesión y tener que trabajar de lo que encuentre. El tema de convalidación de títulos es complicado. Muchos optan de trabajar de lo que salga, yo comencé de mesero, conocí venezolanos en los mercados transportando compras, repartiendo volantes…, relató.

Para su fortuna, también estudió en la Academia de Arte del Ateneo de Valencia y los conocimientos en artes plásticas que adquirió le permitieron encontrar en el país la oportunidad de pintar cuadros para un nuevo museo.

La afinidad del presidente Evo Morales con Nicolás Maduro es un factor que genera dudas en los venezolanos que analizan migrar al país, de acuerdo con el testimonio de este joven profesional, y que existe temor de que Bolivia también se vea sumida en una crisis política y económica como Venezuela. Recuerda que en su país es difícil hasta conseguir efectivo, ni qué decir de medicinas y alimentos. Es agobiante, si bien puedes tener dinero, pero no tienes que comprar, lamenta.

El caso venezolano puede ser de aprendizaje para el resto de los países de Latinoamérica, reflexiona Omayrú Hernández, de 49 años, porque asegura que como personas y países somos frágiles y no estamos preparados para este tipo de situaciones. He aprendido mucho… Nos parecemos y estamos interrelacionados. No deseo que ningún país pase por lo que ocurre en Venezuela, porque no estamos preparados. Tampoco estamos libres de algo así, somos débiles, somos frágiles como países y como sociedad. Ojalá nos sirva para aprender y apoyarnos, manifiesta.

Es economista y radica en el país hace dos años. Llegó desde su natal estado Bolívar primero a La Paz y luego a Santa Cruz, donde el clima se asemeja a la de su tierra. Puntualiza que muchos de los que van a Chile o migran a otros países, lo hacen porque, instintivamente, buscan a sus familias, se desplazan dónde están sus padres, hijos, primos.

Mientras miles de venezolanos buscan mejores días en países de la región, el Grupo de Lima, conformado por Argentina, Brasil, Canadá, Chile, Colombia, Costa Rica, Guatemala, Honduras, México, Panamá, Paraguay, Perú, Guyana y Santa Lucía, países que gestionan una salida pacífica a la situación venezolana, convocó para agosto a representantes de más de 100 naciones, incluida Cuba, a una reunión en Perú para abordar el caso. Así lo hizo conocer el canciller peruano Nestor Popolizio en una conferencia de prensa a inicios de mes, a tiempo de explicar que la intención es conversar sobre la mejor manera de recuperar la democracia en Venezuela y examinar el impacto generado por la migración masiva de venezolanos hacia países vecinos.